Poder Judicial de la Provincia de Córdoba.
Discurso de Apertura del año 2007.
Dr. Armando Segundo Andruet (h)
Presidente del Tribunal Superior de Justicia.
Dr. Armando Segundo Andruet (h)
Presidente del Tribunal Superior de Justicia.
"Vocales del Tribunal Superior de Justicia, Sr. Fiscal General de la Provincia, Sres. Presidentes de corporaciones profesionales, Sres. Magistrados, Jueces, Fiscales, Asesores, Funcionarios, Abogados, Sras. y Sres."
"I.- Comentario inicial: Vaya en primer lugar mi agradecimiento por la presencia de Ustedes en este evento, que no tiene otra razón, que la de intentar establecer estilos de conducción que nos resultan propios y que a la vez, han sido consensuados con los restantes Miembros del Alto Cuerpo que presido, y por lo cual, especialmente es a ellos a quienes agradezco la confianza en acompañarme intelectual y materialmente en esta reunión. Corresponde aclarar que cada uno de los Presidentes de este Tribunal Superior, comunica y socializa las definiciones del conjunto, desde el estilo que le resulta propio. La manera de quien habla, más allá de las definiciones que no es a nosotros a quien corresponde indicarlas, siempre ha sido respetando las opiniones ajenas, brindando un trato decente y nunca humillante a las personas y en lo estrictamente funcional judicial, no olvidando que nuestra preocupación y provocación por estas cosas, lo es reconociéndonos bajo la órbita del cumplimiento de un servicio. No hemos creído, hemos despreciado y nos avergonzamos de aquellos pocos, que creen haber venido a servirse de la justicia. El Poder Judicial es servicio y función. Tal definición hemos querido precisarla, porque desde esa dimensión, es que tiene que hacerse cualquier lectura de lo que habremos de compartir".
"II.- El compromiso social de la judicatura: La presente reunión se inscribe en una realización de estilo de la conducción, que si bien no resulta original, puesto que ya nuestro antiguo Presidente del Cuerpo, Dr. Enrique Martínez Paz lo hiciera 64 años atrás y en manera discontinua ha habido otros actos de iniciación judicial, en realidad, el tiempo fue haciendo que tan republicana costumbre cayera en desuso, cuando quizás se trate de la manera legítima y pertinente, en que la cabeza del Poder Judicial debe dialogar no sólo hacia dentro, sino también extramuros. Esta última razón, nos llevó con mayor insistencia a conversar con los colegas, acerca de la imperiosa necesidad que por estos tiempos de profundo desasosiego perturbatorio de civilidad, el Poder Judicial establezca los necesarios y fundamentales vectores de comunicabilidad. Los tiempos que corren y que marcan el inicio de un nuevo milenio, tampoco dispensan que un poder del Estado, pueda sobrellevar sus días sin un examen profundo acerca de su propia eficacia en el servicio, como tampoco al margen de la información y la comunicación. Pero como resulta obvio, nadie puede mostrar hacia fuera lo que auténticamente no es hacia dentro, por lo cual, hay dos objetivos sobrepuestos en este evento, por una parte, hacer un examen de introspección institucional para que con ello cumplido, ganemos los jueces en fortaleza institucional e independencia judicial y así, poder realizar con mayor plenitud nuestra razón de ser en la vida política. La ciudadanía y el resto de los poderes del Estado en rigor de verdad, desde hace un buen tiempo a esta parte, vienen solicitando al Poder Judicial un plus de protagonismo en la realización socio-política de la vida comunitaria, y dicho ‘más’, en algunos aspectos ha sido cubierto con creces y en algunos otros tópicos, aun estamos lejos de un umbral que pueda ser considerado suficiente; todo lo cual se demuestra, en índices de insatisfacción judicial que aunque dolorosos no se pueden ocultar, mas tampoco pueden empañar la existencia de contrastables fortalezas. A ello se suma un índice patético, que bien podría nombrarse como de ‘deslegitimación social de la actividad judicial’, graficado en el singular suceso trágico del 4 de diciembre del pasado año, en la Ciudad de Corral de Bustos, donde un asiento judicial fuera incendiado como muestra de repudio a una administración de justicia local cuestionada en sus hombres y en su funcionamiento, y los que siguieron los días 9 y 10 de febrero en Río Cuarto donde se discuten masivamente los perfiles investigativos tenidos en la instrucción de una causa compleja. Son estos acontecimientos, fuera de toda lectura sociológica, íconos de nuestra preocupación en política judicial. En orden a los dos sucesos referidos, y que abochornan por igual tanto a la justicia como a la sociedad civil implicada, sin ánimo de encontrar justificaciones en esta ocasión; hay que decir que no se nos escapa, que la sociedad cuestiona a veces con merecida dureza cuando se convierten los jueces en protagonistas escénicos de la información judicial y por lo tanto, hacen un abuso del principio de la publicidad de los actos judiciales; pero que sin embargo también hay que apuntar, es la misma opinión pública, la que en otras circunstancias repudia tanta información y conocimiento judicial. A dicha enunciada debilidad, los mismos particulares o los restantes espacios del poder del Estado, agregan y denuncian falta de transparencia en la actividad jurisdiccional, como también la existencia de un enmohecido sistema de administración de justicia. Dicho diagnóstico social, seguramente incompleto que construye el nefasto índice de ‘deslegitimación social de la actividad judicial’ con sus verdades, verosimilitudes y falsedades, es al cual el Poder Judicial de la Provincia no puede quitar de su pensamiento y por lo tanto, aspira transformarlo en conductas que ratifiquen las fortalezas y erradiquen las debilidades. Lo cierto es que la vida en las sociedades abiertas como es la que se cumple en una organización políticamente democrática e ideológicamente tolerante, como es nuestra Provincia de Córdoba, genera una cantidad infinita de desgastes diarios y acerca de los cuales, en muchas ocasiones quedamos implicados los jueces".
"I.- Comentario inicial: Vaya en primer lugar mi agradecimiento por la presencia de Ustedes en este evento, que no tiene otra razón, que la de intentar establecer estilos de conducción que nos resultan propios y que a la vez, han sido consensuados con los restantes Miembros del Alto Cuerpo que presido, y por lo cual, especialmente es a ellos a quienes agradezco la confianza en acompañarme intelectual y materialmente en esta reunión. Corresponde aclarar que cada uno de los Presidentes de este Tribunal Superior, comunica y socializa las definiciones del conjunto, desde el estilo que le resulta propio. La manera de quien habla, más allá de las definiciones que no es a nosotros a quien corresponde indicarlas, siempre ha sido respetando las opiniones ajenas, brindando un trato decente y nunca humillante a las personas y en lo estrictamente funcional judicial, no olvidando que nuestra preocupación y provocación por estas cosas, lo es reconociéndonos bajo la órbita del cumplimiento de un servicio. No hemos creído, hemos despreciado y nos avergonzamos de aquellos pocos, que creen haber venido a servirse de la justicia. El Poder Judicial es servicio y función. Tal definición hemos querido precisarla, porque desde esa dimensión, es que tiene que hacerse cualquier lectura de lo que habremos de compartir".
"II.- El compromiso social de la judicatura: La presente reunión se inscribe en una realización de estilo de la conducción, que si bien no resulta original, puesto que ya nuestro antiguo Presidente del Cuerpo, Dr. Enrique Martínez Paz lo hiciera 64 años atrás y en manera discontinua ha habido otros actos de iniciación judicial, en realidad, el tiempo fue haciendo que tan republicana costumbre cayera en desuso, cuando quizás se trate de la manera legítima y pertinente, en que la cabeza del Poder Judicial debe dialogar no sólo hacia dentro, sino también extramuros. Esta última razón, nos llevó con mayor insistencia a conversar con los colegas, acerca de la imperiosa necesidad que por estos tiempos de profundo desasosiego perturbatorio de civilidad, el Poder Judicial establezca los necesarios y fundamentales vectores de comunicabilidad. Los tiempos que corren y que marcan el inicio de un nuevo milenio, tampoco dispensan que un poder del Estado, pueda sobrellevar sus días sin un examen profundo acerca de su propia eficacia en el servicio, como tampoco al margen de la información y la comunicación. Pero como resulta obvio, nadie puede mostrar hacia fuera lo que auténticamente no es hacia dentro, por lo cual, hay dos objetivos sobrepuestos en este evento, por una parte, hacer un examen de introspección institucional para que con ello cumplido, ganemos los jueces en fortaleza institucional e independencia judicial y así, poder realizar con mayor plenitud nuestra razón de ser en la vida política. La ciudadanía y el resto de los poderes del Estado en rigor de verdad, desde hace un buen tiempo a esta parte, vienen solicitando al Poder Judicial un plus de protagonismo en la realización socio-política de la vida comunitaria, y dicho ‘más’, en algunos aspectos ha sido cubierto con creces y en algunos otros tópicos, aun estamos lejos de un umbral que pueda ser considerado suficiente; todo lo cual se demuestra, en índices de insatisfacción judicial que aunque dolorosos no se pueden ocultar, mas tampoco pueden empañar la existencia de contrastables fortalezas. A ello se suma un índice patético, que bien podría nombrarse como de ‘deslegitimación social de la actividad judicial’, graficado en el singular suceso trágico del 4 de diciembre del pasado año, en la Ciudad de Corral de Bustos, donde un asiento judicial fuera incendiado como muestra de repudio a una administración de justicia local cuestionada en sus hombres y en su funcionamiento, y los que siguieron los días 9 y 10 de febrero en Río Cuarto donde se discuten masivamente los perfiles investigativos tenidos en la instrucción de una causa compleja. Son estos acontecimientos, fuera de toda lectura sociológica, íconos de nuestra preocupación en política judicial. En orden a los dos sucesos referidos, y que abochornan por igual tanto a la justicia como a la sociedad civil implicada, sin ánimo de encontrar justificaciones en esta ocasión; hay que decir que no se nos escapa, que la sociedad cuestiona a veces con merecida dureza cuando se convierten los jueces en protagonistas escénicos de la información judicial y por lo tanto, hacen un abuso del principio de la publicidad de los actos judiciales; pero que sin embargo también hay que apuntar, es la misma opinión pública, la que en otras circunstancias repudia tanta información y conocimiento judicial. A dicha enunciada debilidad, los mismos particulares o los restantes espacios del poder del Estado, agregan y denuncian falta de transparencia en la actividad jurisdiccional, como también la existencia de un enmohecido sistema de administración de justicia. Dicho diagnóstico social, seguramente incompleto que construye el nefasto índice de ‘deslegitimación social de la actividad judicial’ con sus verdades, verosimilitudes y falsedades, es al cual el Poder Judicial de la Provincia no puede quitar de su pensamiento y por lo tanto, aspira transformarlo en conductas que ratifiquen las fortalezas y erradiquen las debilidades. Lo cierto es que la vida en las sociedades abiertas como es la que se cumple en una organización políticamente democrática e ideológicamente tolerante, como es nuestra Provincia de Córdoba, genera una cantidad infinita de desgastes diarios y acerca de los cuales, en muchas ocasiones quedamos implicados los jueces".
(...)
"VI.- Ultimas reflexiones: Si creyéramos que las cosas están sólo bien, seríamos meramente conformistas de nuestro fáctum y nada haríamos para modificar dicho estado de cosas. Si por el contrario, opináramos que ya todo está perdido y que es poco lo salvable, nuestra presentación, sería más digna de un escéptico que de un magistrado. Incuestionadamente que ni el exceso ni el defecto resultan aconsejables posiciones en temas tan sensibles a lo particular de cada uno de los magistrados o a lo colectivo provincial. Corresponde entonces, la búsqueda del justo medio, que en las cosas de la razón práctica y de la operatividad de las acciones de conducción, nunca puede anclarse en un puerto que resulte seguro, si no está precedido ello de una actitud crítica por parte de quien conduce. Las visiones acríticas, aquellas que nunca hacen introspección o que siempre esquivan conocer cómo y porqué, los otros Poderes o particulares, nos juzgan o nos conocen, son los propios ejemplos de quienes están prendados y animados de una natural mediocridad que por desgracia denigra y pauperiza toda búsqueda de mejora y excelencia. La inmensa mayoría de las personas que integramos el Poder Judicial, en la totalidad de sus estamentos jurisdiccionales y administrativos nos conocemos abiertos y bien dispuestos a las críticas propias y ajenas, porque dimensionamos que a partir de ellas, es que podremos superar los escollos que puedan existir y sólo así, hacer presente a la sociedad, que estamos para cumplir con un servicio en la administración de justicia y no para servirnos de ella para la pura satisfacción de nuestros personales proyectos de vida. Es una responsabilidad de conducción política del Poder Judicial, exhortar a magistrados, funcionarios y empleados judiciales a poner la mayor vehemencia, firmeza, propósito y preocupación para restañar con celeridad y seriedad las heridas socio-judiciales que por nuestros propios errores hayamos podido generar".
(...)
"Así las cosas, es nuestra obligación funcional y política, instar para que cada uno desde el lugar que en la geografía judicial ocupe, haga aquello que le corresponda en el menor tiempo posible, con la mayor eficacia en su resultado y la más absoluta convicción personal de independencia judicial. Sin estos postulados de acción práctica, nuestro tiempo futuro terminará siendo espasmódico a los humores sociales o políticos y que en ninguno de los supuestos es ello admisible. La contundencia del Poder Judicial presupone rasgos actitudinales y aptitudes personales de los magistrados. No vivimos en una sociedad silenciada por el temor o la violencia, somos hoy todos nosotros, recipiendarios de una vida democrática que permite espacios de producción y participación social, acaso quejosa, que aunque nos duela su modo, al final de cuentas, alguna enseñanza siempre deja".
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